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El colon está directamente relacionado con el correcto funcionamiento del organismo al ser el facilitador de todo el proceso digestivo e inmunológico basal. Se trata de un componente con morfologia hueca y forma de tubo que hace parte del intestino grueso justo al final del tracto gastrointestinal. Consta de cuatro secciones, el colon ascendente, el colon transverso, el colon descendente y el colon sigmoideo por donde se transportan las sustancias de desecho que el cuerpo no necesita en forma de heces. Es uno de los procesos fisiológicos más importantes para evitar la intoxicación del organismo, al absorber lo necesario y excretar lo innecesario.
El equilibrio y eliminación de sustancias por medio de la deposición hace posible que el organismo evacue en la medida que se ingieren los alimentos. Una mala alimentación, el estrés, la falta de ejercicio, son aspectos que determinan la salud del colon, siendo el estreñimiento una de las consecuencias más comunes del 50% de la población mundial. Existen diversos trastornos que afectan la capacidad que tiene el colon de funcionar adecuadamente y con ello un factor determinante en el bienestar general pues el 70% de las células inmunes se encuentran en el tracto digestivo.
Es necesario el correcto funcionamiento del tránsito intestinal a través de la peristalsis, una buena absorción de nutrientes necesarios por medio del duodeno, la estimulación del crecimiento y mantenimiento de la flora bacteriana como efecto prebiótico y la eliminación de sustancias tóxicas que eviten desencadenamiento de trastornos digestivos de diverso origen como:
Cáncer colorrectal
Pólipos de colon
Síndrome de intestino irritable
Estreñimiento crónico
Colitis ulcerativa
Diverticulitis
El organismo está constantemente expuesto a homotoxinas distribuidas desde el ambiente, los alimentos hasta el contacto físico. El término general de ”homotoxina” proviene del latin homo = hombre y del griego toxon = toxina. Según su procedencia, las homotoxinas se clasifican en exógenas (Exotoxinas) y endógenas (Endotoxinas). La mayoría de toxinas bacterianas son exógenas compuestas de proteínas solubles, termolábiles y producidas al interior de diversas bacterias como parte de su crecimiento y metabolismo, son secretadas y liberadas posteriormente de la lisis celular. Las endotoxinas como lipopolisacáridos en la membrana externa de la pared celular permanecen ligadas a la bacteria y solo cuando el microorganismo muere y se lisa, la toxina se libera.
No solo las homotoxinas afectan los tejidos, órganos y sistemas, en el organismo encontramos sustancias de desecho que se acumulan alterando funciones celulares y con ello el desencadenamiento de depósitos, impurezas y obstrucciones que resultan en altos niveles de toxicidad en sangre manifestándose en múltiples enfermedades asociadas a procesos inflamatorios, dolor o afecciones cardiorespiratorias.
El estrés excesivo, malos hábitos alimenticios y de consumo, contaminación ambiental y químicos sintéticos son algunas de las variables que actúan como fuente principal de homotoxinas. Es por esta razón, que se vuelve necesaria la asistencia inmune en procesos detoxificantes en el restablecimiento de la función celular por medio del drenaje de todo tipo de sustancias de desecho tóxicas en el organismo como:
El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa corporal que puede ser perjudicial para la salud en múltiples aspectos. Los términos hacen referencia a un peso corporal que es mayor de lo que se considera normal o saludable para cierta estatura. Los proveedores de atención médica usan el índice de masa corporal (IMC) para detectar sobrepeso y obesidad en los niños, adultos y adultos mayores. El IMC es un indicador simple de la relación entre el peso y la talla que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en ambos sexos. El sobrepeso se presenta con IMC igual o superior a 25 y la obesidad con IMC igual o superior a 30. Ambas condiciones aparecen por muchos factores, desde patrones en la alimentación, falta de sueño o de actividad física, algunos medicamentos, además de la genética y los antecedentes familiares.
La obesidad es una afección médica crónica que aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca y se relaciona con muchos otros problemas de salud, como la diabetes tipo 2 y el cáncer. Los hábitos de vida poco saludables, como no hacer suficiente actividad física y consumir alimentos y bebidas con muchas calorías y pocos nutrientes, pueden aumentar el riesgo de sobrepeso y obesidad.
Algunos cambios en el estilo de vida que pueden reducir el peso incluyen planes de alimentación saludable reducidos en calorías y grasas saturadas, como también el aumento de actividad física cardiovascular. Al ser una enfermedad de origen multifactorial debe tratarse de manera integral, con abordaje psicológico y si es el caso, tratamiento farmacológico que permita eliminación de grasas, inhibición de apetito, absorción de nutrientes y regulación de procesos digestivos. Las enfermedades no transmisibles más comunes que se desencadenan son:
Cardiopatías e hipertensión
Cáncer
Altos niveles de colesterol
Diabetes tipo 2
Trastornos del aparato locomotor
Accidentes cerebrovasculares
El colágeno es una proteína natural, de origen animal que posee una estructura fibrosa conformada por tres cadenas de aminoácidos. Las cadenas se estructuran en forma de una triple hélice compuesta principalmente por la glicina, prolina e hidroxiprolina que se repiten a lo largo de su composición, confiriendo al colágeno la propiedad de proveer estructura en los tejidos en los que está presente. La función de flexibilidad y resistencia a la tracción depende directamente de la estructura molecular de las más de 20 tipos de fibras de colágeno. Adicionalmente, existen micronutrientes como la silicea que participa en la generación de colágeno, regulando el metabolismo del calcio en los huesos y ayudando a crear un firme refuerzo transversal del organismo en el desarrollo de ligamentos, cartílagos, tendones, piel, pelo y uñas.
Encontramos diferentes tipos de colágeno; El tipo I es el que se encuentra en mayor cantidad en el cuerpo y está formado por fibras densamente empacadas, lo cual le permite proveer de estructura a la piel, huesos, tendones, cartílago, tejido conectivo y dientes. El tipo II está compuesto por fibras empacadas con menor densidad y está presente en el cartílago elástico que amortigua las articulaciones. El colágeno tipo III proporciona soporte al tejido muscular, órganos y arterias. El tipo IV ayuda con la filtración y se encuentra en las capas más internas de la piel.
Es como el “pegamento” que mantiene unido a todo nuestro cuerpo, desde los 25 años de edad en adelante, la producción de colágeno en el cuerpo humano se reduce a un ritmo de entre el 1 y el 1,5% por año, como parte del proceso de envejecimiento. Con el paso del tiempo, y también como resultado de las exposiciones al sol, las fibras de colágeno comienzan a debilitarse, se hacen menos flexibles y más duras. El resultado es la formación de una piel seca, con arrugas, que ha perdido su elasticidad característica. Los cabellos se hacen más delgados y con falta de vida, las articulaciones inflexibles y el cuerpo está menos tonificado. Es necesario mantener buen nivel de colágeno para:
El sistema inmunológico es la gran defensa natural del organismo contra las homotoxinas presentes en el entorno del cual tenemos contacto. En el gran sistema de defensa encontramos los órganos primarios como la médula ósea y el timo encargados de producir y madurar las células linfoides como linfocitos T, B, y NK para la activación de la respuesta inmune. Los órganos secundarios están constituidos por los nódulos linfáticos, amígdalas, placas de peyer, el bazo y los tejidos linfoides asociados a mucosas (GALT) quienes se encuentran a nivel periférico para ser el filtro y capturar los antígenos en la fagocitosis. El sistema linfático está encargado de la producción de células inmunitarias y anticuerpos quienes se activan al reconocer sustancias extrañas y perjudiciales como mecanismo de regulación basal.
Existen 3 tipos de inmunidad, innata, adaptativa y pasiva entendidos como la protección o barrera con la que se nace, la que se desarrolla a lo largo de la vida en la medida que se crean anticuerpos y la que se transfiere por vía sanguínea. Es necesario fortalecer la capacidad de respuesta inmune por medio de la alimentación de macro y micro nutrientes, compuestos inmunomoduladores, catalizadores y complejos bioactivos que actúen como asistentes en la lucha del cuerpo contra las enfermedades de forma autocurativa. La medicina biológica en la rama de tratamientos antihomotóxicos busca generar estímulos de reacción inmune para inducir procesos de fagocitocis celular logrando una bioregulación en enfermedades de diverso origen.
Cuando se presenta una respuesta inmune aunque no exista una amenaza real se producen manifestaciones como alergias, asma y enfermedades autoinmunes en donde el sistema ataca por error a las células sanas del cuerpo. Por el contrario, las inmunodeficiencias permiten que las homotoxinas se depositen en la matriz extracelular dando lugar a infecciones y daños a nivel histológico como el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). El entrenamiento y nutrición de las células permite:
Los radicales libres son átomos o grupos de átomos que tienen un electrón desapareado o libre, esto los convierte en altamente reactivos pues capturan los electrones de moléculas estables con el fin de alcanzar su estabilidad electroquímica. Una vez que el radical libre ha conseguido sustraer el electrón que necesita, la molécula estable que se lo cede se convierte a su vez en otro radical por quedar con un electrón desapareado, iniciándose así una reacción en cadena que destruye células sanas. El organismo produce propiamente cantidades moderadas de estos átomos para combatir bacterias y virus por lo que no son intrínsecamente deletéreos. Las concentraciones altas pueden ser causadas por la exposición a la radiación ionizante y a otras toxinas del ambiente. Cuando la radiación ionizante golpea un átomo o una molécula en una célula, se puede perder un electrón, lo que resulta en la formación de un radical libre.
Algunas toxinas del ambiente, como el humo de cigarrillos, algunos metales y atmósferas con alta concentración de oxígeno, pueden contener grandes cantidades de radicales libres o pueden estimular a las células del cuerpo para que se produzcan más. Estos procesos constantes de las células deben ser controlados con una adecuada protección antioxidante. Un antioxidante es una sustancia capaz de neutralizar la acción oxidante de los radicales libres mediante la liberación de electrones en nuestra sangre que frenan las reacciones de oxidación en las células. El cuerpo produce antioxidantes (endógenos) pero también se encuentran en frutas, verduras y cereales (exógenos).
El estrés oxidativo se presenta cuando hay demasiados radicales libres en el cuerpo y no hay suficientes antioxidantes para eliminarlos, esto ocasiona daños en las células y tejidos. La obesidad, mala alimentación, tabaquismo, factores ambientales son algunos de los principales causantes del envejecimiento y en la aparición de inflamación crónica, cáncer y otras enfermedades. Es indispensable complementar la dieta con antioxidantes exógenos para:
El correcto funcionamiento celular está determinado por el nivel de nutrientes que obtenemos a partir de la alimentación. El organismo metaboliza y descompone los alimentos para facilitar el transporte de macro y micro nutrientes a las células a través de la sangre, venas y capilares. Los nutrientes esenciales son sustancias presentes en los alimentos con propiedades específicas para obtener energía. Mediante el proceso de digestión de los alimentos se absorben y se distribuyen produciendo reacciones químicas. La energía adquirida por las células se conserva en ellas para ser utilizada principalmente cuando se requiera en forma de adenosín trifosfato (ATP) un nucleótido fundamental en la obtención de energía celular. Tanto si proviene de la luz solar o de la oxidación de compuestos orgánicos, se invierte en la formación de ATP, en una proporción muy alta. El ATP es entonces el “fluido energético” que pondrá en marcha las demás funciones de la célula.
La energía es posible gracias a los macronutrientes como hidratos de carbono, proteínas, grasas y micronutrientes como vitaminas y minerales. Dentro de las vitaminas existen 13 tipos esenciales clasificados en liposolubles las cuales se almacenan en el hígado, el tejido graso y los músculos del cuerpo y las hidrosolubles que no pueden almacenarse en el organismo. Los minerales están clasificados en macrominerales (calcio, fósforo, magnesio, sodio, potasio, cloro, azufre) y oligoelementos (hierro, manganeso, cobre, yodo, cinc, cobalto, flúor y selenio). El organismo usa las vitaminas y minerales para muchas funciones distintas, incluyendo el mantenimiento de los huesos, corazón, cerebro, enzimas y hormonas.
La mayoría de las personas obtienen las vitaminas y minerales que necesitan al comer una amplia variedad de alimentos, sin embargo muchas veces la fuente alimenticia carece de los requerimientos esenciales de macro y micro nutrientes por lo cual se hace necesario complementar la dieta con multivitamínicos que brinden niveles óptimos para estimular el correcto funcionamiento celular.
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